En la actualidad, pensamos que estas «pesadillas» son una consecuencia de la inmadurez de los mecanismos cerebrales que controlan el sueño y sus fases.
En algunos momentos, estas fases pueden llegar a superponerse, porque sus mecanismos de control no están perfectamente desarrollados y maduros; es algo así como cuando el chiquito empieza a hablar en su media lengua, ya que no tiene un lenguaje maduro y bien controlado por el cerebro.
El conflicto entre dos fases de sueño (una más profunda y otra más superficial, o una con movimientos de los ojos y otra sin ellos…) se manifiesta con agitación, llanto o irritabilidad en el bebé. Dependiendo de la fase que se superpone a la otra, el bebé puede llegar a despertarse o no.
¿Cómo actuar ante un bebé con pesadillas?
Nuestro cariño de padres nos pide despertar y consolar al bebé, pero quizá no sea lo más adecuado, porque con eso interrumpimos su sueño y dificultamos su capacidad para volver a dormirse.
Lo ideal es fijar un tiempo de espera, permanecer tranquilos, observar qué ocurre, y no intervenir si comprobamos que en realidad sigue durmiendo (lo normal es que en pocos minutos se le pase). Si se despierta, conviene intentar calmarlo con la mayor delicadeza posible, para que no se sienta agobiado, y dejarlo en la cuna despierto.